lunes, 8 de octubre de 2012

 Cuando contemplas tu vida más como una espectadora que como el personaje principal, hace falta frenar en seco. Cuando no te reconoces a ti, ni a nadie, ni nada de lo que te rodea, quizás sea el momento de abandonar la inercia y dar paso a la cabeza, la cual debe llevar demasiado tiempo apagada. Las personas, generalmente, se mueven porque andan buscando algo, todo el mundo tiene metas en la vida. ¿Qué pasa cuando una a una esas metas van desapareciendo? Parece ser que el dolor ante la pérdida se hace tan intenso que lo único que quieres es dejar de sentirlo. Algunas personas huyen lejos, creyendo que encontrarán nuevas metas ajenas a la visión de aquellas que no pudieron conseguir; otros se aferran a la esperanza de que con el tiempo, sus temores desaparezcan y de algún lugar puedan sacar las fuerzas para seguir luchando por los mismos sueños; otros, simplemente se limitan a seguir con sus vidas de manera mecánica, haciendo lo que se espera que hagan, dejando pasar el tiempo.

Todos ellos, en un futuro no muy lejano, dejarán su huida, su salvavidas y su "dejarse llevar" y se plantearán qué han estado haciendo todo este tiempo y cómo han llegado hasta aquí. Quizás entonces recuperen el dolor escondido, sean capaces de afrontarlo y tomen decisiones acerca de sí mismos y del tipo de vida que aspiran a tener.

(Texto recogido del cajón de-sastre)

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