domingo, 2 de marzo de 2014

.

Has cogido inercia. Conseguiste levantarte después de varias recaídas y recordaste que para andar únicamente era necesario poner un pie delante del otro. Manteniendo el equilibrio. Primero uno, después otro. Izquierdo, derecho, izquierdo... Conseguiste automatizar el movimiento y empezaste a levantar la cabeza, a mirar lo que había alrededor, pero una vocecita interna te seguía repitiendo el ritmo que debían mantener tus pasos. 1, 2, 3, 4...Y así has seguido. Caminas por el mundo con paso firme, ya no corres riesgo de caerte; el problema es el ritmo que marca la vocecita interna, siempre neutro, siempre constante, siempre audible si te paras a escuchar.

En definitiva, dejaste de correr. Y ahora mismo te mueres por un sprint.