jueves, 8 de noviembre de 2012

M

Uno de mis pilares (mi tercera pierna, brazo, ojo o cualquier otro "punto de equilibrio" corporal) se me ha ido este año un poco lejos. A pesar de eso, las maravillas de la edad moderna hacen que apenas note que no está a 20 minutos caminando de aquí. Así que puedo hablar con ella cuando quiera y cuando lo necesite, está solo a un "wássap" de distancia.

Sabe que el invierno ha llegado hasta aquí (a pesar de que el suyo ya lleve un tiempo dejándose caer por la ciudad) y sabe lo que eso significa. Somos gente de luz, de sol y de calor, no de frío y oscuridad. Así que todos los días, cuando me despierto, cojo el móvil y me encuentro un "qué tal?". Y la respuesta es siempre la misma: "helada". Entonces aparece su típico "cachis" y yo me quedo sonriendo a la pantalla del móvil. Sí, en el fondo se nota que no está.

Nos queda mes y medio de invierno separadas, luego volverá a casa por navidad (como en poco tiempo empezarán a recordarnos los anuncios) y sus "qué tal?" pasarán a ser en persona, cubiertas por mil capas de ropa cual cebollas, enroscadas en nuestras bufandas y con las narices rojas. Quizás con el pelo un poco más largo y menos rubio que cuando se fue. Seguramente esa sea la única muestra de todo el tiempo que ha pasado. Eso y las mil historias que me contará. Pero estará aquí, será ella y me sabrá un poco más a "lo de siempre" esta ciudad que últimamente se me presenta tan extraña y caótica.

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