jueves, 18 de julio de 2013

KT

Estaba habituada a lo incondicional. Al darlo todo sin la necesidad de recibir nada a cambio (aunque lo recibía). Acostumbrada a querer algo y hacerlo. Una se acostumbra a lo bueno demasiado rápido. Había creado en sí misma la esperanza de encontrar el equilibrio total. De saber que la vida nunca deja de darnos golpes, pero que esos golpes se llevan mejor en compañía, cuando cuentas con una mano firme que te ayude a levantarte. O mejor aún, con una voz en tu interior que no deja de repetirte que puedes hacerlo y que lo vas a hacer.

Pero ahora las cosas habían cambiado y ella no podía dejar de preguntarse si algún día volvería a sentirse igual.

No hay comentarios: